viernes, 18 de diciembre de 2009


Mis días tienen tres soles y hay momentos que el cuerpo me pesa pero no es cansancio sino sueños.
Y soñar no es sueño.
En esos momentos de debilidad voy al ropero elijo un buen par de zapatos y empiezo a dar vueltas por la ciudad.
Es raro porque sin proponérmelo termino en el geriátrico lavándole los pies a mi madre.
Pensas que debo estar cansada, claro duermo poco.
Bueno, no te miento si en ciertas ocasiones mi cabeza se le adelanta al cuerpo y busca el piso tratándolo de colchón mientras la gente me mira como lo que no soy.
En realidad es algo muy tierno cada dos pasos un sueño nuevo.
Y sin darte cuenta empezas a correr olvidándote de los pesares y uno, otro, ese se va, viene otro.


La baldosa de siempre, llegue.

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